martes, 27 de enero de 2009

"Regalo mi casa y me voy a cuidar cabras"

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La crisis es un tema muy recurrente y apasionante que nos concierne a todos pues, de una forma u otra, nos acaba afectando. Esto hace que estemos atentos a cualquier novedad que se produzca. Los periódicos llenan hojas y hojas, las tertulias radiofónicas parecen monotemáticas y los informativos abren con titulares que lejos de vislumbrar un rayo de esperanza nos sumen en un pozo cada vez más oscuro. Nos bombardean con un atosigante batallón de datos económicos e indicadores en la mayoría de los casos farragosos y complicados de entender hasta para los más eruditos. Detrás de todos estos números y estadísticas hay personas, los más afectados por la crisis, sus principales actores, los que más encarnizadamente sufren sus consecuencias. De vez en cuando todos estos medios de comunicación aparcan los gráficos y los datos y nos muestran el drama que muchas familias viven mediante testimonios compasivos que a veces rozan el amarillismo.

Está claro que los desatinos de los grandes gerifaltes tienen efectos negativos sobre la sociedad, sobre todo en las clases bajas y obreras que son las que más pagan el pato. Queda claro que el contexto económico es desolador pero no por ello podemos caer en el victimismo y la desidia. La situación es complicada pero no se puede permanecer en casa de brazos cruzados y que nos venga, Dios sabe quién, a resolvernos la papeleta. Llega el momento de pararse a pensar, reflexionar y mirar al frente. Analizar cual es la situación en la que estamos y marcar una estrategia que nos permita atajar las circunstancias. El pasado 26 de enero de 2009 salían publicados en EL PAIS un conjunto de testimonios sobre la crisis cuanto menos curiosos. En uno de ellos, un parado de la construcción relataba que había realizado 4 cursos de perfeccionamiento para su sector y que en vistas de que éste no levanta cabeza había decido parar y pasarse a la informática. Hemos vividos años donde el poder del ladrillo ha sido desorbitado y el ritmo de crecimiento descontrolado ha absorbido a un volumen de trabajadores que difícilmente volverán a recolocarse en este sector. Es momento, por consiguiente, de replantearse el futuro y reciclarse hacia otros campos con mayor prospectiva. Falta el pertinente impulso, medios y, sobre todo, empeño.

Por otro lado aparecía otro testimonio cuyo titular llamaba mucho más la atención: “Regalo mi casa y me voy a cuidar cabras”. Esta declaración podría haber servido perfectamente para cubrir hueco en un ficticio y sensacionalista “Aquí hay Crisis”. Se nos muestra el caso de un desempleado de la industria marmolera de Novelda (Castellón) que llevaba 17 años trabajando y cobrando una media 2000 € mensuales. Después de 14 meses parado cobra una prestación de 500 € y no puede pagar su hipoteca de 407 €. ¿Cómo es posible que después de 17 años trabajando no tenga ni 14 meses de subsidio por desempleo? ¿Dónde va a encontrar ese hombre un alquiler por menos de 420 € al mes? Cuántas personas firmarían ahora una hipoteca de 420 €, cuando como mínimo la mayoría de las hipotecas duplican, triplican, incluso cuadriplican esa cantidad. Todo apunta a un claro ejemplo de impotencia por no acceder a un puesto de trabajo, pero con estas actitudes no se llega a ningún sitio, sólo al pataleo infantil y a que los periódicos llenen hueco con un caso peculiar. Por cierto, el puesto de pastor está entre las profesiones de más difícil cobertura según el INEM, algo de luz al final del túnel, al menos para el personaje del artículo.

Es comprensible que hay que llenar hojas y minutos de información pero casos como el de este señor no hacen más que exasperar y extender un sentimiento nada bueno para reconducir la situación y superar el bache.
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